Aunque los lectores mas jovenes no lo hayan vivido, y algunos mayores ya no lo recuerden, lo cierto es que existio un mundo sin Internet.
Me gradué como Médico en 1988. Mi primer trabajo al retornar del SERUMS, en 1990, fue en el Centro de Investigación Social ALTERNATIVA. En aquellos tiempos, un grupo de jóvenes profesionales, desde diferentes instituciones, empezamos a promover la importancia de que un mecanismo de comunicación novedoso en el mundo, llamado Internet, estuviera al alcance de la población de manera mayoritaria. Conformamos la Red Científica Peruana, que se convirtió en la plataforma para esa lucha de convencimientos. Teniamos acceso a Internet ya, pero con un ancho de banda miserrimo, y que nos permitia básicamente tener las primeras paginas web, y usar el correo electronico, ese gran instrumento comunicacional de inicios de la Era del Internet. Aunque ahora pueda sonar increible, los ministerios consultados se negaban a invertir en el tema, y nuestra opción de masificación, gracias al apoyo de algunos alcaldes en el cono norte de Lima (siempre tan emprendedor) fue la apertura de Cabinas Municipales.
Veinticinco años después, las Cabinas Internet en el Perú son, a juicio de admirados turistas, casi un rasgo más de nuestra identidad nacional, tan populares como el anticucho o la papita con ají, y al alcance de todos. Una entidad pública o privada sin una página web decente es mirada con desconfianza. El correo electrónico va a paso veloz hacia convertirse en una reliquia, pues ya es un medio oficialmente aceptado para recibir notificaciones, expresar reclamaciones y postular a concursos, lo cual es un signo de madurez y, por lo tanto, de proximo paso a la siguiente generación.
La explosión de los medios de comunicación interactivos de la Web 2.0 hace que quienes conocimos el mundo sin internet, nos maravillemos cada dia de esta muestra palpitante de la evolución humana, y aunque a veces todavia nos incomode que nuestros interlocutores y alumnos no puedan dejar de dar una miradita periódica a su smartphone, seguramente más smart que el hablante, no queda sino adaptarse a este mundo, en el cual para ser escuchado, aún en una clase, ya no basta con preguntarle a los adormilados, sino que se requiere generar un valor agregado como docente, frente a la creciente atracción del Internet.
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